MUSEO DE SITIO LA FLORIDA
UBICACIÓN
Calle Antonio
Costa, entre Román y Fernando Corral (en el barrio San Vicente de La Florida).
Al norte de Quito.
DATOS DEL MUSEO
Gratuito
Horario de atención:
Miércoles a sábados: de 09:00 a 16:00. Domingo: de 10:00 a 16:00.
Contactos al 228 0504
E-mail: hjara@fonsal.gob.ec.
INFORMACIÓN
Fecha de creación:
Fue descubierto por casualidad, en 1980, al
construirse una cancha de fútbol.
Descripción:
El yacimiento
arqueológico de La Florida se encuentra en una pequeña “planicie” que domina el
sector del aeropuerto de Quito, en las laderas de Pichincha, debajo de una zona
denominada “el sombrerito”, antes ocupada por la antigua hacienda Osorio
(barrio conocido bajo el nombre de San Vicente La Florida -sector Chaupicruz).
Fue descubierto por casualidad, en 1980, al construirse una cancha de fútbol.
Su
administración estuvo a cargo del ex FONSAL -actual Dirección Metropolitana de
Cultura. En los años 80, Leon Doyon hizo una prospección del lugar en el marco
de su tesis de Phd, pero la investigación más detallada del yacimiento la
realizó María del Carmen Molestina en el 2004.
Este sitio es
una necrópolis precolombina cuya ocupación fue fechada entre los años 200 y 600
d.C. No obstante, en las proximidades del yacimiento, se habría identificado
una casa del Formativo fechada en el 2 000 a.C., lo cual evoca una presencia
humana mucho más temprana en la zona.
Las sepulturas
se encuentran actualmente bajo techo, y su reconstitución se puede observar
desde una pasarela de madera. Al lado de este conjunto, se encuentra el museo
como tal, el cual exhibe una muestra de las piezas halladas en las tumbas. Las
explicaciones sobre el sitio están a cargo de guías; un material audiovisual
está asimismo a disposición de los turistas, quienes, si están de suerte como
fue el caso aquí- pueden también beneficiarse directamente de una visita guiada
protagonizada por María del Carmen Molestina en persona:
Tal como lo
atestiguan las fuentes etnohistóricas de la Colonia temprana, la zona de La
Florida formaba parte del señorío del cacique “Pillajo e Ipia”, el cual se
extendía hasta Cotocollao. Ipia formaba parte de un grupo de caciques
principales pudientes que controlaban a caciques menores, y habrían basado su
poder en el control de extensas redes comerciales. Del cacicazgo de Ipia
dependía así el de Guamansara, que abarcaba la zona de Rumipamba, a cuyos
talleres textiles estuvo eventualmente asociada La Florida. De hecho, en la
actual comunidad de Santa Clara, todavía subiste el apellido “Guamansara”.
Estos caciques
se aliaron a los Españoles con la intención de expulsar a los Incas de su
territorio, por lo que, a manera de castigo, Rumiñahui los aniquiló en la
quebrada de Pomasqui, cortándole la cabeza a Ipia. Habría sido el grupo cacical
de Ipia el que habría sugerido a los Españoles asentar la ciudad que querían
fundar en las faldas del volcán Pichincha, por tratarse éste de un lugar
protegido de las amenazas volcánicas.
El sitio de La
Florida como tal es un cementerio planificado, con tumbas de pozo profundo. En
superficie, estaba cubierto por un bohío.
La
reconstitución de la tumba que se puede observar actualmente en el yacimiento
da cuenta de dos niveles: el más profundo –y el más antiguo también- cuenta con
cuatro individuos. Sobre este nivel, se presenta otro, subdivido a su vez en
dos: una primera fila de seis individuos, sobre la cual reposan esteras
sostenidas con palos que sirven de base a otra hilera de seis individuos
sobrepuesta a la primera. Los difuntos se encontraron sentados, con las piernas
dobladas, las manos en el pecho y envueltos en un fardo funerario.
Doyon habría
sugerido que estos entierros múltiples corresponden a un individuo que fue
sepultado con acompañantes sacrificados para este efecto.
Molestina
descarta la hipótesis de los acompañantes: para ella, cada difunto fue
depositado en las tumbas de forma independiente: éstas son efectivamente de
épocas distintas. Se trató de tomar muestras de ADN de los huesos de los
entierros, pero lastimosamente, su mal estado de conservación no lo permitió,
por lo que no se sabe todavía si los individuos enterrados en el sitio
comparten algún rasgo de parentesco. Por otra parte, en el museo de sitio, se
aprecian reconstituciones de la apariencia física de los difuntos encontrados
en el cementerio. Esta reconstitución estuvo a cargo de la antropóloga forense
Paola León. Entre los rasgos característicos de estos individuos, se destacan
los pómulos salientes, la nariz fina y alargada, los ojos alargados y la boca
saliente. Se notó que todos los difuntos tenían artritis. De hecho, la zona era
mucho más húmeda en esa época que en la actualidad.
Al parecer,
las tumbas fueron cavadas con palos puntiagudos de madera de 45 cm de largo
aproximadamente. La tierra cavada se retiraba con la ayuda de canastas. Entre
los individuos del nivel más profundo, se identificó a un hombre con un saco de
concha Spondylus y con hernia discal, por lo que se sugiere que se trataba de
un comerciante. La concha Spondylus era un elemento sagrado para las culturas
precolombinas de los Andes, con una fuerte carga ideológica. Así, al tratarse
de un ámbito funerario, el registro arqueológico del sitio La Florida está
atravesado por una serie de elementos que reflejan la cosmovisión de la cultura
a la que pertenecían los difuntos.
La noción de
cuadripartición por ejemplo se halla presente a través de la recurrencia del
motivo de la cruz representado en los platos de los ajuares, así como en la
disposición de los difuntos del nivel más profundo de la cámara funeraria. Se
observó además que las tinajas estaban recubiertas de hematites, minerales
férreos provenientes de lagunas no perennes (en este caso, Iñaquito muy
probablemente).
Para
Molestina, la proveniencia de este mineral y su uso en tinajas destinadas a
ajuares funerarios denotan una carga simbólica relacionada con la fertilidad y
el ciclo de la vida. Adicionalmente, la ubicación del sitio La Florida se
explicaría desde un punto de vista simbólico por el carácter sagrado de la
montaña, morada de los dioses. Más que de shamanes vinculados a esta
ritualidad, María del Carmen Molestina prefiere hablar de un grupo sacerdotal,
noción que implica una doctrina y una organización que según ella están
claramente representadas en el registro arqueológico de La Florida. Se plantea
además que el aspecto religioso y sagrado de La Florida se vincula con las
prácticas agrícolas de quienes ocuparon el sitio. En efecto, la tierra que fue
utilizada para tapar las tumbas no es la cangahua que predomina en los
alrededores del sitio, sino una tierra fértil al parecer trasladada desde otro
lugar. Se recalca luego que los campos de cultivo eran sagrados para estas
culturas. Desde otro punto de vista, el ajuar contenía compoteras y tinajas,
entre las cuales el microbiólogo Javier Carvajal obtuvo una muestra de
levaduras hasta ese momento desconocidas en el mundo científico, que le
permitió además recrear una “chicha precolombina” distinta a las que se conoce
en la actualidad, en particular por lo que se le agregaban hierbas. Al parecer,
el maíz de esa chicha (jora de maíz) provenía de Chillo.
Así, la
cultura que ocupó el sitio de La Florida da cuenta de un control total de su
entorno ecológico: sus habitantes conocían perfectamente los lugares idóneos
para ubicar sus asentamientos, especialmente de cara a posibles amenazas
naturales tales como inundaciones o erupciones volcánicas, y al acceso a
recursos claves. Entre la dieta de esta cultura, aparecen la papa, el chocho,
el melloco, la quinua. Se consumía también ciervo y sacha cuy aunque estos dos
últimos elementos formarían más bien parte de comidas “de estatus”. Se sugiere
que el espacio habitacional asociado a quienes ocuparon el sitio La Florida podría
estar ubicado más arriba, hacia el Pichincha.
Por otra
parte, en el museo de sitio, se aprecian muestras de vasijas, fragmentos de
textiles, tinajas, cajas de llipta, túnicas mortuorias con madre perla,
caracoles…
Los ajuares de
La Florida dan cuenta de la destreza tecnológica alcanzada por los artesanos de
esa época: entre los textiles, se observa por ejemplo el uso de diversos tipos
de algodón y tintes en función de cada diseño representado. Molestina plantea
que las poblaciones que ocuparon la zona comprendida entre la quebrada de
Rumipamba hasta Nariño conforman un solo grupo cultural, motivo por el cual la
Cédula Real de 1573 consideraba a esta zona como una sola jurisdicción
administrativa. Si bien es cierto que las crónicas mencionan los nombres de las
culturas Caranqui, Cayambi y Quitu, el registro arqueológico da cuenta de una
homogeneidad cultural que apoya el uso del término “Sierra Norte” en referencia
a estas manifestaciones.
Lo cierto es
que La Florida es un sitio que muchos Quiteños seguramente no conocen, pero que
es sin duda alguna emblemático para entender nuestro origen. Resulta curioso
que a pesar de ser la capital de la República, el pasado precolombino de Quito
y su región haya sido relativamente poco estudiado en comparación con otras
zonas del país (Manabí por citar un ejemplo). Es de esperar que las autoridades
culturales locales y nacionales tomen cartas en el asunto para fomentar en
mayor medida la investigación de esta zona.
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